Capítulo 55:
Narra Blas:
Corro hacia el lugar en el que hace unos minutos se
encontraba María, MI María. Llego a él y llorando me asomo y miro hacia abajo.
Y la veo allí, agarrándose con todas sus fuerzas a un hierro
que por suerte estaba sobresalido.
-
¡MARÍA! – grito con todas mis fuerzas.
-
Blas por favor sácame de aquí – me pide
llorando.
Me asomo más y me coloco en una posición que me permite
llegar a ella sin que me caiga. Estiro la mano e intento coger la suya. Tardo
un poco en conseguir agarrar su mano pero al final lo consigo.
-
No me sueltes Blas – me suplica.
-
Nunca, ¿me oyes? Nunca te dejaría ir – le
contesto.
Agarro su mano con todas mis fuerzas y tiro de ella, no
puedo soltarla, tengo que sacarla de ahí. Con un último esfuerzo consigo
subirla hasta arriba y ella se agarra a la piedra. Como puedo la saco de ahí y
la agarro con todas mis fuerzas y no la suelto.
Me dejo caer en el suelo y me llevo a María conmigo y la
abrazo intentado recobrar lo poco de cordura que me queda. He estado a punto de
perderla, casí la veo morir.
Me giro un poco y veo que tiene su cara escondida en mi cuello y sé que está
llorando, lo sé por el hecho de que noto cada una de sus lágrimas caer y chocar
contra la piel de mi cuello. La acaricio el pelo intentando que se tranquilice.
Al cabo de un rato largo cesa de llorar.
-
¿María? – le pregunto con preocupación.
Ella levanta la cara y me mira a los ojos. En ese instante
mi corazón se me para. ¿Cómo alguien tan buena y preciosa puede sentirse tan
triste como lo está ella? Sería un delito y la verdad me siento culpable de ver
su cara roja y sus ojos rojos por todo lo que ha llorado, todas esas lágrimas
que yo mismo he causado y que ahora mismo me siento la persona más miserable
sobre la faz de la tierra.
-
¿Estás mejor? – le pregunto mientras mis manos
quitan las lágrimas de su cara.
-
Si – me dice con voz queda.
-
¿Necesitas algo? ¿Te has hecho daño? – la vuelvo
a preguntar muy preocupado.
Narra María:
-
No hace falta estoy bien…
Le miro sin saber qué hacer ni que decir, solo sé que me acaba
de salvar la vida y que ahora mismo estoy entre sus brazos. Vuelvo a
acurrucarme entre sus brazos y me pongo otra vez a pensar en las palabras que
me había dicho minutos antes, esas palabras que me quedaran grabadas en la
memoria para siempre: “Nunca, ¿me oyes? Nunca te dejaría ir”. Cada vez le amo
más y no quiero seguir haciéndolo porque sé que él no quiere estar conmigo,
como bien me ha confirmado. Necesito dejar de sentir este dolor que tengo en el
pecho, quisiera borrarlo todo de mi mente, quisiera dejar de sentir esto que
siento por él que es más fuerte que cualquier adversidad.
-
¿Blas? – le pregunto mientras me separo de él.
-
Dime cielo – me contesta en tono cariñoso.
-
¿Qué va a pasar con nosotros? – le pregunto
sabiendo ya cual será la respuesta.
-
María yo… sabes que no podemos estar juntos te lo
he intentado explicar antes. Por favor entiéndeme – me suplica.
-
Te entiendo Blas pero una vez estuvimos en una
situación parecida aunque con distintos problemas, y tú decidiste que lo mejor
sería separarnos…
-
¿Y al final que paso? – me interrumpe.
-
Que ninguno de los dos podía vivir sin el otro y
volvimos a estar juntos.
-
¿Crees que volverá a ocurrirnos?
-
No creo en el destino Blas, ya no. A sí que creo
que este es el fin.
-
El fin …
-
El fin de nuestra historia.
-
Entonces ¿Te vas? – me pregunta triste.
-
Sí, me voy.
-
¿Pero por qué?
-
Porque no puedo estar más aquí, necesito
olvidarte y para ello necesito marcharme de aquí, porque el quedarme no me
ayudará y a ti tampoco.
-
Sabes que te voy a echar de menos ¿no? – me dice
conteniendo las lágrimas.
-
No más que yo – le contesto.
Le abrazo con todas mis fuerzas y no me resisto más y lloro
como una niña pequeña.
-
¿A dónde iras? – me pregunta cuando nos
separamos.
-
Solo te diré que me marchare a París.
-
Eso está muy lejos – me dice llorando.
-
Lo sé. Adiós Blas, recuerda se feliz.
Con mi último deseo hacia él, me acerco y le beso en los
labios, ese beso que tanto tiempo llevo esperando pero tan amargo que le
siento.
Me separo de él y comienzo a alejarme de él. Blas se queda
perplejo y solo le oigo decir cuando ya estaba bastante lejos.
-
¡TE QUIERO, MARÍA!
Sonrío y susurro:
-
Yo también te quiero Blas, siempre te voy a
amar, siempre serás mi amor de verano.
Hola amores!!!
Espero que os haya gustado el nuevo capítulo y siento tanto haber tardado mucho en subir, pero entre los examenes y mis actividades extraescoleres me ha sido imposible escribir un nuevo capítulo.
Espero como siempre vuestros comentarios con vuestras opiniones de lo que os ha parecido, aunque no estoy muy contenta pero bueno, ya tenia ganas de subir.
Gracias por leer y espero que os paseis por mis otras novelas, teneis los enlaces en la parte superior derecha del blog.
Besos, María.